número 75 / noviembre 2022

Los hijos en el proceso de mediación

Impedimento de contacto de las/los hijas/os menores de edad con madres y padres no convivientes

Silvia Bignone

Resumen

El impedimento de contacto de las hijas y los hijos con madres y padres no convivientes requiere de un análisis que aborda los conflictos ventilados en juicios por custodia y comunicación de niñas y niños en la disputa entre las personas adultas que resolvieron la separación.

En dicho abordaje se tiene en cuenta no sólo la preservación del derecho de conservar la relación con madres y padres así como el ejercicio de violencia emocional por parte de la persona que priva de la vinculación teniendo en cuenta, además, la calidad subjetivante de todo vínculo, violencia que resulta invisibilizada.

Se propone el psicodiagnóstico vincular como vía regia para habilitar la palabra de quienes resultan silenciadas/os por la práctica del impedimento de contacto.

Texto

 

Impedimento de contacto de las/los hijas/os menores de edad con madres y padres no convivientes[i]

Silvia Bignone

 

Ante al análisis del impedimento de contacto de las hijas y los hijos con madres y padres no convivientes, el primer obstáculo que surge es la inmediata referencia de la temática con lo que el psiquiatra estadounidense Richard Gardner ha definido como “el  síndrome de alienación parental” (SAP).

Según su conceptualización,  consiste en el resultado de un proceso mediante el cual se denigra en forma sistemática al progenitor no conviviente a fin de interferir en el vínculo de niñas, niños y adolescentes con aquél. Este desorden no solo consiste en la programación por parte del “padre alienador” sino que incluye la propia participación de la descendencia en el proceso.

Gardner afirma que basa sus conceptos en las investigaciones que realizó a partir de los conflictos ventilados en los juicios por la custodia de las/los niñas/os en los casos de divorcio, y concluye que en aquellos donde se detecta el SAP y hay una denuncia por abuso sexual existen más posibilidades de que sea falsa que verdadera. [ii]

A partir de ahí, y a evaluar por la vasta bibliografía existente sobre el tema y por las consecuencias de la utilización de la definición de SAP, se puede afirmar que se ha convertido en la vía regia para la defensa de las denuncias de abuso sexual infantil.

“El mito del padre inductor es la explicación más corriente cuando hay denuncias de incesto, abandono o abuso emocional infantil no comprobadas judicialmente. Aquí suelen ser catalogadas de ‘falsas denuncias’ sin discriminarse denuncias falsas ‘intencionales’ (invento) de aquellas denuncias infundadas o no sustanciadas (el nivel de evidencia no alcanzó para llevarlas a juicio).[iii]

En este punto, cabe destacar que algunos autores, entre ellos el terapeuta familiar Carlos María Díaz Usandivaras[iv], coinciden en señalar que no puede denominarse como SAP  al cuadro en que las acusaciones están fundadas, es decir, donde existe violencia o abuso intrafamiliar.

No obstante, al momento de analizar el impedimento de contacto con las/los hijas/os y su relación con el referido síndrome no puede soslayarse que la discusión de las y los profesionales se ha polarizado en quienes adhieren y quienes lo descartan, coincidiendo el primer grupo como quienes niegan o minimizan la probabilidad de la ocurrencia y efectos nocivos del abuso sexual infantil y el segundo como quienes no cuestionan los aspectos negativos de otra modalidad.

El marco de referencia así instaurado pareciera condicionar, como la única conflictiva a abordar cuando se habla de impedimento de contacto entre madres y padres y su progenie, a la posibilidad del abuso sexual, quedando casi excluido o invisible el abuso emocional que implica el desvínculo en situaciones en que no existe una situación que así lo justifique y las consecuencias tanto en el psiquismo infantil como en la configuración vincular.

“Si bien todo vínculo, pensado desde una perspectiva intersubjetiva del psiquismo, es subjetivante, en el caso de los hijos, y particularmente de los pequeños, se trata de la ruptura de un vínculo con características fundacionales de identidad.  (...) Los padres necesitan a sus hijos, así como los hijos necesitan a sus padres, en un vínculo de apuntalamiento mutuo.”[v]

Teniendo en cuenta que este cuadro se conforma en el seno de un grupo familiar, cabe preguntarse si se puede pensar solo con relación a la manipulación de una de las partes y no como producción vincular, es decir, como el producto de un conflicto que se construyó en el entramado familiar.

Una primera pregunta podría formularse en torno a la motivación de la madre o del padre que obstaculiza, y una siguiente cuestión, qué del padre excluido se pone en juego para completar el cuadro.

Toda vez que esta situación tiene su origen a partir de la separación y/o el divorcio corresponde analizar los conflictos que lo atraviesan.

El divorcio es una crisis que afecta todos los aspectos de la vida de las personas: afectivo, relacional, social, laboral, económico, de salud. Es una situación nueva, por lo que no se cuenta con instrumentos para enfrentarla.

Si bien muchas veces es el desenlace esperado para poner fin a una situación dolorosa, la pérdida del sostén narcisístico que representa la familia determina un caos con vivencias de desorganización y muerte.[vi]

Cae la ilusión de completitud que brindaba el vínculo con el consiguiente sentimiento de soledad, angustia, desamparo, vulnerabilidad.

Cada uno de los integrantes reaccionará de una manera diferente, la que será resultante de la combinatoria de su constitución subjetiva, historia familiar, devenires, características del vínculo constituido y circunstancias actuales.

Se incrementan los sentimientos de desvalorización, abandono y amenaza de la autoestima para quien es dejado.  Al enojo inicial y ante la ausencia de elaboración de la crisis y la proyección masiva de la responsabilidad en la otra persona, muchas veces le siguen los deseos de venganza.

Quien toma la decisión o se hace cargo de esta, en ocasiones, siente culpa, dudas, alivio y responsabilidad.

En reiteradas situaciones observamos que en el momento crítico del divorcio aparecen dos prácticas observables: la mujer en una actitud apropiadora de la prole y el hombre en una retracción en la cual aspectos de su función quedan sustraídos.[vii]

 Frente a la amenaza de aniquilamiento producida por la deconstrucción del vínculo aparece la fantasía de una familia unida para siempre, restringiéndose el intercambio de sus miembros con el exterior, con el consiguiente retorno endogámico.[viii]

En consecuencia, se privilegian los vínculos con la familia de origen, los lazos del núcleo familiar se refuerzan en un intento de sanar la herida y cubrir el vacío que la pareja ha dejado.

Es habitual escuchar frases como “nos abandonó” -dicha por niñas y niños- donde desde el enunciado plural puede leerse la ausencia de diferenciación/separación con ellos.

A partir del divorcio, y a efectos de lograr una reorganización, la familia apela a una “organización dualista” en un intento de recuperar algún orden.

Levi-Strauss describe los sistemas dualistas como aquellos en los que los miembros de una comunidad se dividen en mitades, las cuales mantienen entre sí relaciones complejas.

La organización dualista más frecuente observada en las familias que se separan son los pares “inocente-culpable” o “víctima-victimario”.[ix]

A modo de ilustración del tema propuesto voy a tomar algunas viñetas en las que el conflicto planteado no se relaciona con ninguna denuncia de maltrato y/o abuso sexual sino con el rechazo y negativa de niñas y niños a vincularse con el padre no conviviente con argumentos poco convincentes reiterados en relatos cristalizados, rígidos, sin variaciones.

 

Caso 1

Se dispone un cambio de cuidados personales de los hijos en función de los reiterados incumplimientos de la madre al sistema de comunicación, lo cual es informado por la trabajadora social interviniente. La profesional agrega la negativa de la madre de permitir el ingreso al domicilio los días pautados, pudiendo oír el llanto de los niños que reclaman ir con su padre.

Los informes escolares dan cuenta de similar negativa y de la posibilidad de que, ante el intento de favorecer el contacto con el progenitor, la progenitora decida trasladar a los hijos a otra institución que el padre desconozca.

De la evaluación psicodiagnóstica emerge la figura del padre como amenazante para la madre, razón por la que impide la vinculación.

Pasados varios años y al momento de la intervención, la niña y el niño - devenidos púber y adolescente- se niegan a vincularse con su padre.

El joven fundamenta su actitud en el enojo que le produce el seguimiento de la vía judicial por parte de aquél para contactarlos.

La niña pone de manifiesto una actitud de franca oposición, sin dar respuesta y reiterando a viva voz y de manera insistente sus intenciones de retirarse.

El discurso del adolescente emerge impregnado del materno, donde las fantasías de secuestro paterno –que comparte con su madre- surgen sin posibilidades de análisis, como un típico temor infantil.

Abrumado, deja traslucir un malestar que se hace difuso, donde la única frase frente a lo que le pasa es “no sé”.

De las entrevistas mantenidas con la expareja resulta que la separación fue decidida unilateralmente por el marido, quien se retiró del hogar dejándola “abandonadísima” -según expresa la esposa-, ya que, además, se encontraba sin dinero, por lo que le suspendieron los servicios de la vivienda.

El uso del superlativo da cuenta del grado de sentimiento de desamparo vivenciado en el momento de la separación, que se tradujo, conforme transcurrió el tiempo, en un profundo deseo de venganza.

 

Caso 2

La separación se produce como consecuencia de la supuesta estafa del marido a su suegro.

Al momento de la intervención, los niños, los dos en edad escolar, se niegan a contactarse con su padre.

El discurso de ambos se manifiesta contradictorio. Hablan de la actitud invasiva del padre porque pregunta acerca de sus actividades y concurre al colegio y, al mismo tiempo, afirman que es abandónico por cuanto no sabe nada de sus vidas.

Con relación a los vínculos familiares, el padre relata que la madre tomaba todas las decisiones respecto de los hijos, de quienes esgrimía su sentimiento de propiedad -“son míos”-, con lo que afirma estar “totalmente de acuerdo”. Solo quiere poder visitarles.

En esta combinatoria puede leerse un posicionamiento de apropiación de la prole por parte de la madre y un debilitamiento de la función paterna que la reafirma en su certeza.

 

Caso 3

El niño, en sus primeros años de escolaridad, se niega a vincularse con su  padre y afirma haber cambiado sus sentimientos: “Antes lo quería, ahora no”.

El divorcio se habría producido con posterioridad a que la esposa tomara conocimiento de la existencia de una hija del marido, anterior al matrimonio. A partir de ese momento, cuestiona su calidad de paternidad por no haberse hecho responsable de aquella.

Afirma que el rechazo del niño al padre es anterior a la separación, habiéndose puesto de manifiesto con posterioridad. 

Las afirmaciones del niño no admiten cuestionamiento. Su negativa emerge como posible forma de expresión de su malestar ligado al padre.

Frente a una situación de divorcio destructivo, la regresión como defensa se potencia ante la angustia de la incertidumbre, de la falta de reaseguros en los cuales apoyarse, propiciando el retorno de la dependencia.

Los vínculos dependientes dificultan acceder al normal crecimiento y paulatina separación necesaria en busca del propio camino, pensamiento, deseo y discurso.

En el período de la niñez, padres y madres son el marco identificatorio, referente necesario para el desarrollo de su subjetividad,  constituyen el ideal al cual mirar para constituirse. Su palabra tiene las características de lo infalible.

Las/los niñas/os necesitan creer en la palabra ya que, de caer la creencia, cae el lugar de apuntalamiento que ésta le ofrece.

Será recién en la adolescencia donde esa caída se hace necesaria para, a partir de lo ya instaurado, crear algo diferente, construir un modelo distinto, propiciado, además, por nuevas vinculaciones que favorecen otros orígenes y devenires posibles.

Ante la exclusión de una de las figuras de autoridad y dada la situación de dependencia emocional en la niñez, acatan e incorporan el discurso que se les presenta  como modo de sostener tanto la imagen de quien habla como de quien se encuentra  ausente. La imagen que se les ofrece emerge como única posible, y por consiguiente, el modo de conservar algo de ella.

En ese sentido, Norberto Inda señala que “la práctica y la bibliografía son pródigas en el fenómeno de niños que van haciendo propio el discurso ajeno, que suelen utilizar con respecto al padre excluido las mismas imputaciones que provinieron de las madres y hasta la jerga de los profesionales que las asesoraron.  Una especie de implantación de argumentos –a veces hasta con vocablos jurídicos- que delatan la necesidad defensiva de colocar en el progenitor excluido todo lo malo y reservar los aspectos positivos hacia el progenitor conviviente”.[x]

Se puede pensar que las niñas y los niños expresan “su rechazo” a vincularse con el padre como forma de resguardarse del conflicto y rechazar el dolor que les provoca su ausencia.

Por otra parte, mediante ese rechazo logran conservar al menos uno de los referentes que hace de sostén, de ideal identificatorio, en general la aseveración del discurso materno.

La psicoanalista Piera Aulagnier[xi] establece una diferencia entre violencia primaria y secundaria. Define a la primera como aquella necesaria en tanto que se anticipa al entendimiento de lo que el niño necesita en los primeros tiempos; es la madre la que decodifica sus llantos, sus demandas.  En la primera fase de la vida y ante la ausencia del uso de la palabra es imposible anteponer los propios enunciados.

La secundaria es la que denomina violencia del exceso. En la actualización de la violencia que opera el discurso materno se infiltra un deseo que permanece ignorado: el de preservar el vínculo de esa primera relación.

El deseo de no cambio le dará el poder de privar a los niños de todo derecho autónomo de ser, prohibiéndole el derecho a un pensamiento autónomo.

La violencia primaria es constitutiva y es violencia en tanto se anticipa y antepone a la palabra del otro.  La secundaria es el poder extremo que avanza sobre la subjetividad del otro y avasalla su alteridad.

Es en este sentido que el impedimento de contacto constituye violencia emocional por cuanto hay un avance del propio deseo sobre el deseo y el derecho del hijo.

Las familias referidas despliegan discursos estereotipados cuyos enunciados son emitidos como verdades incontrastables que dificultan la intervención.

Esta inabordabilidad de la familia es la que llevó a la construcción de producciones conjuntas gráficas y lúdicas como vías de acceso a su funcionamiento inconsciente.[xii]

En la evaluación psicodiagnóstica vincular se busca la concordancia entre lo que surge de las entrevistas y aparece en los gráficos, es decir, entre lo que dicen, lo que dicen que hacen y lo que hacen como forma de diferenciar el discurso manifiesto del latente.  Asimismo, se propicia la emergencia de lo nuevo, lo diferente, aquello propiciado a partir del “entre” constituido en un nuevo escenario propuesto por quien interviene en el entramado familiar.

Escuchar la propia palabra de niñas y niños implica descifrar la trama vincular en la que encuentran su inserción.

 

 

 

 



[i] Publicado el 28-11-06 en elDial.com. Revisado noviembre de 2022.

[ii] Gardner, Richard. “Articles in Peer-Review Journals on the Parental Alination Syndrome (PAS). 1999

[iii] Berlinerblau, Virginia. “El “Backlash” y el abuso sexual infantil” Publicación de la Asociación de Psicólogos Forenses de la República Argentina. Año 14, nro.15, dic.de 2003.-

[iv] Díaz Usandivaras, Carlos María: “El síndrome de alienación parental (SAP): una forma sutil de violencia después de la separación o el divorcio”  Trabajo presentado en el Congreso de la Sociedad Brasilera de Terapia Familiar en Río Grande do Sul, Brasil, 1996, corregido, aumentado y actualizado a 2003.-

[v] Inda, Norberto.  Separación forzada entre padres e hijos.  El hijo des-vinculado y su duelo imposible”

[vi] Abelleira, Blumental, Delucca, Díaz Usandivaras. “Divorcio y estructura familiar”

[vii] Abadi-Beovide-Quatrone: “La invisibilidad de la violencia sexual en el vínculo de las madres con sus hijos/as”. Premio Dr. Arturo Ameghino. Ctro. De Salud Mental nro.3 “Arturo Ameghino” Bs. As.1999

[viii] Berenstein, Isidoro. “La presencia del ausente en terapia familiar.  Filiación y familia” Temas grupales I.

[ix] Abelleira, Hilda. Delucca, Norma. “Clínica Forense en Familias”. Lugar Editorial. Bs. As. 2004.-

[x] Conf. Inda, Norberto. Ob. Cit

[xi] Aulagnier-Castoriadis, Piera.  “La violencia de la interpretación” Cap. IV. Bs. A. Amorrortu. 2001.-

[xii] Conf. Abelleira. Delucca. Ob. Cit.

 

Biodata

Silvia Bignone

Lic. en Psicología (UBA). Mediadora. Especializada en Psicología Forense (APBA). Magíster en Familia y Pareja (IUSAM). Docente de la Maestría en Familia y Pareja del Instituto Universitario de Salud Mental (IUSAM) de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires.Docente de la Diplomatura en Violencia Familiar en la Universidad Abierta Interamericana. 

Capacitadora sobre la temática de psicología jurídica y violencia doméstica en diferentes ámbitos académicos e instituciones afines.

 

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