la práctica

¿Dónde está la mamá?

Patricia Valeria Aréchaga

 

El entendimiento se dirige hacia  la verdad como el polígono hacia el círculo, que cuanto muchos más ángulos tuviera inscripto, tanto más semejante será al círculo, sin embargo nunca logrará que sea igual, aún cuando multiplicara los ángulos al infinito, a no ser que se resuelva en una identidad con el círculo. Es claro, entonces, que acerca de lo verdadero nosotros no sabemos otra cosa sino que, lo verdadero mismo, con precisión, tal como es, lo sabemos incomprensible.

 Nicolás de Cusa.”Acerca de la docta ignorancia”. (Ed. Biblos. Pág.45-47)

Que cada uno desee cosas distintas no es un problema (en una familia en una pareja en un vínculo), lo que deviene inmanejable es que no pueden avanzar en alguna forma de negociación, transacción o tratamiento no violenta de la desavenencia.

Miguel Ángel Spivacow.”La pareja en conflicto. Aportes psicoanalíticos. Ed. Paidós. Pág. 123 (el entre paréntesis es un agregado mío)

Se suele creer que el sentido común es práctico. Pero sólo es práctico a corto plazo. El sentido común te dice que es una locura morder la mano que te alimenta. Pero sólo es una locura hasta el momento en que te das cuenta de que podrías estar mucho mejor alimentado. A largo plazo, el sentido común es pasivo, porque está basado en la aceptación de una visión periclitada de lo posible. La masa de sentido común se acumula muy despacio. Todas sus proposiciones tienen que ser demostradas muchas veces antes de ser incuestionables, es decir, tradicionales. Y cuando devienen tradicionales adquieren la misteriosa autoridad de los oráculos. De ahí el fuerte elemento de superstición siempre presente en el sentido común práctico.

El sentido común constituye la ideología doméstica de aquellos a quienes se ha privado de unas enseñanzas fundamentales, de aquellos a quienes se ha mantenido en la ignorancia. Esta ideología está compuesta de fuentes diversas: supervivencia de la religión y conocimiento empírico, escepticismo protector y ciertos elementos de la enseñanza superficial que se provee. Pero el hecho es que el sentido común no aprende, nunca puede superar sus propios límites, pues en cuanto se corrige la carencia de unas enseñanzas fundamentales, se ponen en tela de juicio todas esas fuentes y su función termina por desaparecer. El sentido común sólo puede existir como categoría cuando se lo opone al espíritu de investigación, a la filosofía.

El sentido común es estático. Pertenece a la ideología de quienes son socialmente pasivos, de quienes no llegan a comprender jamás qué o quién ha construido y mantenido la situación en la que se encuentran. Pero sólo representa una parte, a menudo una pequeña parte, de su carácter. Estas mismas personas dicen o hacen muchas cosas que suponen una afrenta para su sentido común. Y cuando justifican algo diciendo que “es de sentido común”, suele tratarse de una disculpa por negar o traicionar uno de sus sentimientos o instintos más profundos.

John Berger. “El hombre afortunado”. Ed. Alfaguara. 2008.

 

 

 

 

Presentación

 

 

Este relato se inscribe en la línea de la construcción (infinita) del rol de tercero en el ámbito de la mediación.

 

La mediación se inscribe dentro de un paradigma inclusivo, en el que todos puedan ganar y donde la apuesta es a la realización de un replanteo del conflicto, en el sentido de la inclusión de todos los intereses en juego en la situación conflictiva, otorgándole idéntico valor a cada uno de ellos sin primacía de unos sobre otros.. Las disputas se presentan atravesadas por la lógica binaria o posicional. El otro es percibido como el obstáculo para que cada uno halle su satisfacción, y esta idea se inscribe en el modelo que indica que uno y sólo uno de los reclamos puede ser satisfecho, nunca ambos. El cambio que introduce la mediación es el  imperio de la lógica del reconocimiento de las diferencias, donde no se busca la primacía o superioridad de una sobre otra, sino la coexistencia.

Es decir, siguiendo planteamiento de Jessica Benjamín (“Los Lazos de Amor”, Ed. Paidós, 1996) hay una fractura del pensamiento o lógica posicional y un pasaje al reconocimiento de las diferencias en términos de categorías donde no hay un polo que privilegie sobre el otro sino que las diferencias coexisten con idéntico valor. Se habitan.

La mediación es una práctica social, un modo de gestión de la vida social a través de la recomposición de los lazos sociales por vía de la comunicación y validación del otro. Es un dispositivo que permite hacerse responsable sin ser por ello juzgado.

La mediación nace como práctica en los “entres” es transdisciplinaria en su origen, abreva de diversas disciplinas: teoría de la negociación, teoría de la comunicación, de la toma de decisiones, de la teoría del conflicto, del psicoanálisis, de las psicología sistémica, etc.

El discurso hegemónico del derecho, sin embargo se apoderó de dicho dispositivo generando el contrasentido ético de excluir a las demás orientaciones y dirigirlo exclusivamente al campo del derecho. Un campo donde es el terreno para producir pensamiento en tensión es árido. Ya que la lógica de la ciencia jurídica es definir quién tiene la razón y quién no. Es decir se puede “probar” la verdad. Quienes aún intentamos “resistir” y seguir desplegando esta práctica para nutrirla de la multiplicidad, de intersección de saberes estamos aislados….tratando de armar vínculos. En el sentid de “Protestar es negarse a que te reduzcan a cero y a un silencio impuesto. Por consiguiente, en el momento en el que se hace la protesta, si se llega a hacer, ya hay una pequeña vitoria” John Berger, “El cuaderno de Bento”. Ed. Alfaguara.2012.

Dejar la mediación en manos de un sector determinado, no sólo contradice el espíritu que nos anima, valorando la diversidad, la comunicación inclusiva, la multiplicidad de sentidos, sino que no garantiza que las condiciones del dispositivo se desarrollen.

De todos modos seguimos sosteniendo que esta concepción de abordaje del conflicto se transforma en el compromiso ético del mediador: colaborar en la construcción de las condiciones que permitan una “conversación”, que posibilite generar una verdad co-construida, nueva, distinta, sobre la base del encuentro de dos verdades de idéntico valor.

Conversación como producción de pensamiento, como herramienta de encuentro en el desencuentro. La conversación implica poder habitar al dos, darle hospitalidad a una diferencia que ponga en juego los paradigmas vigentes (v. Derrida, Jaques, La hospitalidad, Buenos Aires, Ed. De la Flor, 2006).

En la clínica, la construcción del lugar del tercero es un imperativo de nuestra tarea y el desafío más complejo. Es el lugar para poder propiciar la conversación, es el lugar para salir del sistema propia del ataque defensa para entrar a pensar desde los vínculos, empezar por el medio, abandonar la idea de núcleo de centro alrededor del cual todo queda coagulado, pensar lo vincular como producción. Ya que la mirada de sujeto como centro es una lógica solidaria del pensamiento binario. Y en consecuencia jerárquico, lo vincular requiere de un pensar que evada la atracción de quedar encerrado en un centro que impulsa a buscar por ejemplo quien es la víctima, el victimario, el responsable, el causante de…. ., el enfermo, etc. (Kleiman, Sonia, “Sin centro desde el medio”).

Esta es la lógica propia del derecho, buscar al culpable en un orden de causalidad. Cuando de lo que se intenta desde dispositivos como la mediación, es suspender la causalidad es decir cesar en la “irritada búsqueda de razones y causas” (Keats) y explorar nuevas producciones de sentido, tolerando la inicial falta de sentido desde el imaginario construido en el relato familiar unificado.

En el transcurso del seminario encontré muchas ideas que me ayudaban a seguir andando por el camino de la curiosidad como postura que permite seguir generando caminos sin atajos.

Para poder albergar las verdades subjetivas de los disputantes y facilitar la construcción de una nueva definición que aloje a todos, el mediador requiere ubicarse del lado del desconocimiento, del lado del no saber. El lugar neutral: el que no toma partido en la contienda, porque no opina, porque no sabe desde dónde habla y reclama cada uno y porque no sabe acerca de cuál es la mejor forma de resolver el conflicto para estos sujetos. El no saber de lo sustancial, no jugar sus preferencias en la disputa y dar lugar para la verdad subjetiva de los mediados hace al posicionamiento ético, no es sólo una estrategia procesal.

En la literatura encontramos distintas maneras de justificar esta postura de no saber: curiosidad (Cecchin), multiverso (Tom Andersen), docta ignorancia (Nicolás de Cusa), capacidad negativa (Bion).

Es una exigencia específica de la práctica crear en el operador este lugar del desconocimiento. Ignorancia como plataforma para saber más. Ese no saber, del que hablaba Socrátes que produce saber, que permite conocer, que despierta la pasión por saber. La ignorancia no como una ausencia de saber sino como una tolerancia interior a no-saber, que nos preserva de la soberbia de pensar que ya lo sabemos todo. Se trata de que el mediador sea un vehículo que permita “causar” el despliegue del conflicto, hacer hablar al conflicto.

En ese contexto, el mediador no sabe y escucha. Escucha al disputante que se pronuncia, porque el saber acerca de su conflicto está en él, saber sobre aquello que lo impulsa a la desavenencia y de sus intereses puestos en juego, aún cuando en ocasiones desconozca su propio saber o sólo sea parcialmente consciente de éste.

La práctica es más compleja que lo descripto hasta acá. La experiencia nos muestra que para construir el lugar de tercero no basta con ponerse en suspenso, con abstenerse, no alcanza con actuar imparcial y equidistantemente. Es necesario un paso más para crear un clima que estimule la participación, la reflexión y en el que sea posible hacer un cambio, un pasaje de cierta confrontación a cierta colaboración. Es menester apostar a la capacidad de autocomposición del conflicto de los participantes. Hace falta un genuino interés por saber de los sujetos en disputa y por ofrecer un dispositivo para que ellos tramiten su conflicto. Además de este interés, se torna necesario crear cierta empatía o vínculo con los mismos.

A los efectos de articular la clínica y la producción de pensamiento en tensión, he seleccionado un caso a los efectos de discurrir algunas cuestiones de cómo pensar los vínculos familiares y los conflictos en su seno.

Caso

Es un caso trabajado en el marco de la ley  26.589 que regula la instancia de la mediación prejudicial.

Tal como ocurre en este encuadre quien requiere la mediación es el abogado de la parte requirente,  y es quien suministra los datos para convocar al requerido y define jurídicamente el pedido acorde a un objeto procesal. En el caso guarda de un menor y régimen de visitas del menor a sus padres y hermanos y alimentos a su favor. La abogada que solicita la mediación me comenta que se ha iniciado un amparo para impedir el cambo de colegio del menor. Estamos en abril y las clases ya empezaron. La abogada agrega que el menor está en una zona de gris de su escolaridad y todo por culpa de su madre que lo sacó del colegio al que iba. Los relatos en una mediación prejudicial siempre están armados en la culpa al otro.

El primer impacto de la mediadora interviniente es que no es una disputa entre los progenitores, dado que el vínculo que une a ambos disputantes es fraterno, es decir son dos hermanas.

El día de la audiencia comparecen Silvina quien había pedido la mediación junto con su esposo y una hermana, asistidos por su letrada. Del otro lado se presenta la hermana requerida Verónica, su esposo Raúl y su letrado.

El primer tema es que Raúl no había sido convocado formalmente a la reunión, sin embargo su letrado manifestó que si piden régimen de visitas con relación a sus hijos él tiene que estar presente porque es su derecho ya que van a decidir algo con relación a sus hijos menores.

Se acepta dicha cuestión entre todos y entonces Silvina dice que debe pasar su marido porque es quien está alimentando a Juan Pablo hijo de Verónica y sobrino de Silvina.

A regañadientes y con una fuerte tensión latente pasamos todos a la sala de mediación.

Luego de establecer el encuadre de trabajo que básicamente  es marcar que el desafío es encontrar un modo de satisfacer los intereses prioritarios de todos los involucrados incluidos los del menor.

Comienza la reunión diciendo:”Vuelve a suceder un hecho similar y esta vez quiero hacer algo distinto” dice Silvina.

_“Pido lo que pido para Juan Pablo que tiene 16 años y que hace algunos meses vive con nosotros y es hijo de ella ( por Verónica) ya sucedió con Sofía que hoy tiene 18 años y antes no hice nada, ni pedí nada pero tengo responsabilidades por la guarda y también tengo derechos

“Mi hermana tuvo siendo muy jovencita dos hijos Sofía y Juan Pablo. Después se casó con Raúl y se alejó de nosotros, del barrio y tuvo tres hijos más con Raúl. Cuando Sofía cumplió 16 años se fue de la casa y se vino a vivir con nosotros, ya terminó el colegio y ahora a los 18 está trabajando, no volvió a ver a sus hermanitos ni a su mamá. Ahora Juan Pablo cumple 16 y pasa lo mismo pero con mi esposo decidimos ahora actuar distinto. Además Juan Pablo quiere ver a sus hermanitos y a su mamá”.

“Ella ( por Verónica) lo sacó del colegio, le hizo cambiar de colegio porque se había ido a vivir con nosotros pero Juan Pablo quiere seguir en ese colegio, quiere mantener su ámbito, quiere conservar sus amigos y su entorno. Es más, la psicopedagoga dijo que no lo cambie, que es un deseo de Juan Pablo continuar en ese colegio”.

“Queremos que siga en ese colegio, que arreglemos la guarda, los alimentos y que pueda ver a sus hermanitos y a su mamá”.

Verónica por su parte muestra asombro y perplejidad con lo legal, “Nos llega una carta documento, cédulas judiciales. Nuestro abogado nos explicó este proceso y lo que yo busco es un trabajo de reflexión y acompaño”.

_“No vale la pena hablar de las razones…, yo quiero que Juan Pablo esté bien y no opté por una acción de restitución. Cuando lo cambié de colegio es para que le quede cómodo un colegio cerca de la casa donde vive actualmente, para que no viaje tanto todos los días por eso lo saqué del colegio”.

“No tengo problema de otorgar la guarda porque no es declinar la patria potestad”.

“Y quien se hace cargo de todos los gastos de Juan Pablo es Raúl que es su padrastro legal”.

Raúl por su parte dice que quiere explicar lo que está pasando, que “Hay muchas situaciones que Ud. mediadora no conoce”.

Al instante Silvina quiere retrucar y comienza con que: “Vos tenes vergüenza de nosotros la sacaste del barrio y no queres que tenga contacto con nosotros que somos humildes….hay muchas facturas que pasarnos si empezamos a hablar de esto”.

            En ese momento la intervención estuvo en el orden de “No se le escapa a esta mediadora que hay reproches mutuos en las relaciones familiares, que cada uno tiene sus razones para entender las situaciones de una manera y de la otra, que cada uno siente que tiene la razón y que los hechos abonan dichas conclusiones. Además de fuertes emociones anudadas a ello. No es que no lo escuche, lo escucho y comprendo. A la vez entiendo que Uds. Quieren encontrar una solución al tema que los ha traído a la mesa, no?. Es decir cómo generar un marco para que Juan pablo vuelva a su colegio, pueda ver a sus hermanitos y a su mamá y a la vez establecer los gastos de manutención, no?.

Todos asintieron y consensuamos la agenda de trabajo. Primer puesta en común.

Hace tiempo construimos con Florencia Brandoni una tipología de casos en el intento  de conceptualizar abordajes específicos conforme se presentara, en esos supuestos, la interrelación entre el conflicto vincular y la disputa.[1]

            Podemos identificar distintos tipos de abordaje según sean los diferentes grados de interrelación entre el conflicto vincular y la disputa o desavenencia. Como conclusión, hemos observado que cuanta mayor disociación existe entre éstos, más facilitado está el campo en el que opera el mediador, es decir, cuanta mayor distancia haya entre el conflicto vincular y la disputa, el caso es más accesible a la intervención de la mediación. Cuando en la disputa se juega plenamente el conflicto de una relación con una fuerte carga afectiva, menor será la incidencia de la mediación, porque no podrá modificar la estructura relacional actualizada en la disputa.

En un polo extremo, el vínculo entre los disputantes es un dato importante del conflicto, pero  no se torna un obstáculo para el abordaje de la disputa. Mientras que en el otro polo, el conflicto vincular es un obstáculo insalvable y hace imposible la resolución de la disputa.

Entre un extremo y el otro, existen casos en que la intervención requerida es poner en palabras el conflicto vincular subyacente. Conflicto que sabemos determinante y que está insistiendo en la disputa. En este conjunto de casos, el sólo recortar y poner en palabras lo que allí acontece, lo que del conflicto vincular está puesto en la disputa, nos permite destrabar la negociación, y a la vez, aquél no se convierte en el tema central a resolver. Así, enunciar el conflicto vincular, hace que éste deje de ser un obstáculo. Este es el modo en que abordé la situación del caso que traigo a la reflexión.

En otros casos, el eludir dicho conflicto es lo que genera las condiciones para negociar. Aquellos en los cuales la pelea vincular es protagonista de la situación conflictiva, el enfrentamiento es mayúsculo, pero la desavenencia no es tal: las posiciones son apenas divergentes. Así, abrir el debate al conflicto vincular nos puede conducir a lugares de los que sería imposible regresar en una mediación, por lo cual la elusión consciente de éste por parte del mediador puede generar las condiciones para abordar exclusiva y eficazmente  la disputa.

En algunas situaciones, no es posible eludir el conflicto vincular, y no alcanza con enunciarlo. La única manera en que las partes pueden destrabar la disputa es reformulando el conflicto, que en este caso significa trabajar sobre la relación que los une, es decir, cambiar la interpretación que se tenga del conflicto, pudiendo advertir qué se juega de sí mismos y cuál es el “plus” desplegado en la situación, para poder abordar la resolución de la desaveniencia. 

            Seguramente habrá otros tipos de casos que requieren otras modalidades de intervención específicas, que no hemos tratado. Por ejemplo, en aquellas relaciones donde existe violencia familiar, la ausencia de condiciones para trabajar está dada por el conflicto vincular y por la falta de autonomía de la voluntad de una de las partes involucradas  –sino de ambas– para transitar el dispositivo.

En síntesis, el  relato de las situaciones conflictivas, que es el material con que trabajamos, determinará las intervenciones que habremos de llevar adelante.

También valoramos la posibilidad de acuerdos parciales que permiten celebrar convenios que pacifican en alguna zona el conflicto vincular presente en la disputa e impiden la colonización de zonas donde hay mayor imposibilidad u el obstáculo resulta insalvable.

En esta primera audiencia se acordó la guarda del menor a favor de su tía.

En una segunda audiencia se trabajó los alimentos, y las visitas.

Las rispideces pasaban porque Juan Pablo quería ver a sus hermanitos, a su mamá pero no a Raúl. El quería entonces merendar y la madre decía que si quería verlos tenía que estar en la cena y cada quince días que todas las semanas le parecía mucho. Que en el tema vianda para el colegio ella se lo podía armar pero que el agua se lo comprara él porque no le parecía hacer lugar en la heladera para una botella más.

Raúl dice que él es el cabeza de familia y que quiere lo mejor para Juan Pablo, que están preocupados porque no le va bien en el estudio y que ellos quieren cuidarlo y a la vez cuidarse ellos?????

En el acuerdo de alimentos la madre se compromete a abonar el colegio, la cobertura médica, la vianda, el uniforme del colegio, los útiles y una suma fija que se deposita en la cuenta de la tía.

Con relación al contacto Juan Pablo dice que llama a su mamá y ella no le contesta el teléfono y que él quiere ver a sus hermanitos y a su mamá todas las semanas. Esto no es aceptado por lo que cuando se redacta el convenio de visitas expresamente se dice que la madre es quien propone la visitas cada quince días y a merendar en vez de cenar y que Juan Pablo acepta lo que la madre le ofrece y que el contacto entre ellos va a ser por mail y se anotan las direcciones de ambos.

A la vez y por ser Juan Pablo un menor adulto él comparece en una audiencia posterior a firmar el acuerdo acompañado por su letrada.

Intentar Reflexiones

Una de las reflexiones que me suscita, que me dispara este caso en relación a lo trabajado en el seminario es que pensaba mi insistente pregunta acerca “y donde está la madre?”. La madre que yo concibo. Cuando trabajé este caso hice esfuerzos enormes para construir mi lugar de tercero y no entrar a juzgar a “esa mujer”. Poder repensar este tema desde que “una vincularidad, no es efecto exclusivamente de acuerdos y negociaciones, sino de un trabajo en los desacuerdos y la necesidad de disminuir la ilusión de que solo se puede trabajar o vincularse, en la compatibilidad absoluta. Hacerle lugar a lo otro, al otro es un trabajo que nos involucra en un pensamiento que incluye la incertidumbre, lo no pensado previamente, lo inédito que propone ir deviniendo otro con otro”. (Sonia Kleiman, ob. cit.). Los vínculos nos constituyen y a la vez son destituidos en su pretensión de ser mama y bebe. La relación tiende al uno, a la complementariedad. El imaginario familiar construido a partir de la idea del UNO. El vínculo es un “entre”, es perturbación es alteridad. Y en la familia se vive como malestar la diferencia, y a la vez la falta de conciencia de ello es estructuralmente el malestar con que el que hay que convivir como estado vincular ( Moguillansky, Rodolfo y Nussbaum, Silvia. “Teoría y clínica vincular”. Ed. Lugar Editorial, 2013)

La mediación invita a la conversación, es una espacio conversacional y “lo que hace a la conversación es la interrupción, la fractura, la no comprensión” (Kleiman, Sonia, ob. Cit).

En este caso particular el pasado, desde lo que se lee como una repetición de lo que sucedió con su hermana y coloca a esta madre como expulsiva y a este hijo como abandonado. Coloca en lugares o posicionamientos en el conflicto que hablan de victima/ victimario. Desde esa dinámica poco se puede conversar. Todo se resuelve castigando al malo de la película. Malo de la película que la intervención de un tercero como operador puede darle consistencia o quitársela. Ese es el quid de la cuestión.

¿Cómo ofrecer un espacio distinto que permita salir de este sistema, producir un salto cualitativo que propicie una mirada proactiva?.

Desde la mediación lo que posibilita ese trabajo e instala esas capacidades en o desde los vínculos familiares, es la construcción del lugar de tercero, ya que no califica, no tacha y  acompaña en lo disruptivo, en la discontinuidad para avanzar. El pasado seria encubridor y es usado para otorgarle continuidad a lo discontinuo (Berenstein y Kleiman 2006).

Cuando trabajamos con familias pensamos en un abordaje que tropieza con la dificultad de romper con la ilusión del Uno, con el “como siempre”, ese imaginario que la vez puede ser instituyente en una configuración inicial de una familia y a la vez hay que destituirlo para convivir en  la otredad de los vínculos. De lo contrario el malestar es vivido como que la ilusión de lo UNO no existe y produce una decepción que lleva a la secuencia de reproches mutuos de quién fue el culpable de romper( la).

Dicha lógica fortalece la exclusión de la diferencia,  y el conflicto es vivido siempre como la ruptura de la ilusión de tener la misma ilusión.

Por lo que poder denunciar, en el sentido de hacer decible el conflicto vincular como hipótesis vincular que no clausure sino que permita seguir abriendo el espacio de la conversación, entendemos que es una posible intervención pacificadora. Pacificadora en el sentido de romper el binomio “bueno” y “malo”, de la preeminencia de un polo por sobre el otro. Sostener el malestar  para encontrarse en el desencuentro, suspendiendo la causalidad.

“Las diferencias de diferencias, o sea no solo lo distinto, sino lo que discontinua, requiere que se produzca una dislocación. Como dicen Guattari y Deleuze una desterritorialización que requiere salirse del lugar. ...“es el movimiento por el cual se abandona el territorio. Es la operación de la línea de fuga”. La irrupción de aquello que perturba la mismidad, llámese ajenidad, otredad, lo no esperado, lo no predecible, más que requerir hacerle un lugar, requiere salirse de aquello ya demarcado y avalado como lo que corresponde, como lo normal, como lo esperado. En esta familia implicaría salirse del “como siempre”, aquello que ha delimitado quiénes son los sanos y enfermos, ordenados-desordenados, aceptables-marginables y pensar lo que les está sucediendo, desde un nuevo territorio emocional vincular. Otra posibilidad es pensar un obstáculo, no como algo a remover, sino como lo que promovió otra consulta, buscar nuevos modos de hacer entre ellos”.(Lectura del seminario).

En suma

Creo que Juan Pablo con su insistencia, con su pedido de seguir viendo a sus hermanitos y a su madre generó un nuevo espacio familiar y el espacio de mediación lo acompañó.



[1] Aréchaga, Patricia y Brandoni, Florencia. Abordajes en mediación familiar. Casuística, Revista Derecho de Familia, n° 12, Ed. Abelledo Perrot, Bs. As., 1998.