la práctica

Y encima esto?

Florencia Brandoni

Del replanteo y la neutralidad

En el transcurso de una mediación entre una pareja recientemente distanciada, aunque no tanto, pude anticipar el naufragio de mi neutralidad, por lo que salí a la desesperada búsqueda de algún instrumento que me sirviera de ancla.
A la mediación concurrieron Juan, un hombre de unos 50 años, proveniente de una familia de clase media acomodada, y Mariana, de 30 años, acompañada por una abogada, también de una familia de clase media intelectual.
La situación era más o menos así: Juan y Mariana habían sido pareja varios años. Él tenía dos matrimonios anteriores y de esas uniones habían nacido, tres hijos: del primer matrimonio, una hija separada, quien le dio un nieto, de ya tres años de edad; del segundo, dos hijos adolescentes, que conviven con la madre. Por otro lado, de la pareja con Mariana, nació Agustín, de 18 meses, único hijo de Mariana.
La pareja dejó de convivir hace escasos tres meses y se ven mucho actualmente.
Mariana era la solicitante y la abogada que la acompañaba era una amiga de su tío, quien tenía particular interés en que su sobrina finalizara el vínculo con Juan y que este último se comprometiera económicamente.
Mariana reclamaba ayuda económica, ya que ella no tenía trabajo, por lo que recibía un subsidio estatal y ayuda de su tía. Ella no estaba acostumbrada a una situación económica tan precaria. Además esperaba que como padre, Juan se ocupara de Agustín, mucho más de lo que lo hacía.
La dinámica de las tres reuniones se instaló en un reclamo fuerte de Mariana hacia Juan, en el sentido económico y en cuanto a su desempeño como padre, reclamo adecuadamente acompañado por las justas apreciaciones legales de su letrada, que también ponía especial énfasis en la línea de la falta de cumplimiento de Juan de todas sus obligaciones.
Como no podía ser de otro modo, Juan se defendía a capa y espada, justificándose de todo y de todas las formas posibles. Su manera más efectiva era la de dar lástima, presentando su situación como penosa, desde todo punto de vista: un trabajo poco calificado, que le insume muchas horas por día, horarios rígidos que no le permiten disponer libremente del día, poca paga y para colmo, con receso laboral durante los meses de verano. Deudas, el agobio de muchas deudas, el inicio de un juicio por expensas impagas y la sombra de un remate por esa deuda. Un exponente paradigmático de la clase media pauperizada.
Todo ello sin contar con el peso de la obligación alimentaria con sus demás hijos, la preocupación por la pésima situación económica de su hija mayor y la necesidad de colaborar con su nietito. Una vocación frustrada de músico, cuya realización aún tiene pendiente como única motivación actual. Además está muy dolido por la separación de Mariana, que él no buscó ni propició.
Las quejas y reclamos, y las justificaciones y declaraciones de imposibilidad se repetían. En el ínterin entre una reunión y otra, pasaban cosas entre ellos, pero tampoco avanzaban, dado que habían acordado verbalmente algunas cuestiones que no habían podido cumplir.
En la tercera reunión, la sensación generalizada era que la mediación no avanzaba. Mariana junto con su abogada intentaron una nueva embestida: pactar con precisión horarios para que Juan llevara a pasear al nene los domingos (único día en que él no trabajaba). El estuvo de acuerdo, era lo que quería y comenzamos a hablar de los horarios de dicho encuentro. Cuando llegamos a este punto, hacía más de una hora que estábamos reunidos, y la reunión había consistido, tal como lo dijera anteriormente, en la queja de Mariana y su abogada por la falta de ayuda económica de Juan, su falta de responsabilidad para con su hijo, el desconocimiento de su rol de padre, y su desinformación respecto de los costos de vida. El se había esforzado por justificarse y convencernos a todas de la gravedad de la situación económica. Yo había intentado legitimarlo en reiteradas oportunidades y sacarlo de ese lugar incómodo de incumplimiento. Pero él persistía: cuanto más se justificaba, más se hundía, porque daba legitimidad al reclamo de Mariana.
Con el objetivo de programar el encuentro de Juan con su hijo los días domingos, Mariana pretendía que él se adaptara a los horarios del nene, y a los de ella, que quería ir a almorzar con amigos. Pretensión por demás legítima, considerando que convive con Agustín y se ocupa en forma exclusiva de él. Juan respondió que no podía hasta las 13.00 hs, porque él los domingos por la mañana duerme. Mariana indignada dijo: ¿y esto tampoco podés? La abogada se esforzaba por contenerse. Era el colmo. Y encima quería dormir los domingos a la mañana!!
Las tres, Mariana, la abogada y yo, nos irritamos. A mí no me correspondía irritarme. Sólo me correspondía reubicarme en mi rol. Pero, ¿cómo hacerlo? ¿Cómo reequilibrar la mesa?
Sólo pude dejar de latir al compás de Mariana al tomar una mínima distancia y pensar: y al fin de cuentas, ¿por qué no tiene derecho a dormir y leer el diario tranquilo los domingos a la mañana? ¿Por qué suena tan mal que quiera dormir los domingos? Si trabaja toda la semana, si es un esclavo de los horarios, si trabajó toda la vida, si tiene casi 50 años, poca plata y está deprimido por su última separación, ¿no se merece, al menos, leer los domingos el diario en paz?
Este trabajo del mediador de legitimar internamente a uno de los participantes, es una estrategia interesante para la construcción de la neutralidad, bien desplegada por Tapia y Diez.
Me resultó importante entender que la discusión sobre los horarios era el desplazamiento del mismo conflicto de las dos reuniones anteriores. Ella le reclamaba y le pedía siempre un poco más de lo que él podía o estaba dispuesto a hacer. El reconocía la validez del reclamo de ella, pero una vez más le era imposible satisfacerla.
Habiendo equilibrado dentro de mí las impresiones que me despertaban los dichos de uno y de otro, pensé que el replanteo era la única herramienta que me permitía poner en un pie de igualdad, explicitar de un modo igualitario los intereses diferentes y manifiestos de ambos, dando idéntico valor a los intereses de los dos. ¿Cómo podemos hacer para que Juan pueda dormir los domingos por la mañana y Mariana pueda respetar los horarios de Agustín y llegar a tiempo a almorzar con sus amigos?
La legitimación interna y el replanteo, dos herramientas privilegiadas para construir el rol del tercero, tarea bastante difícil por cierto.